Letters from Iwo Jima (2006)

IFDirector: Clint Eastwood 
Guion: Iris Yamashita (Historia: Paul Haggis / Novela: Tadamichi Kuribayashi)
Producción: Warner Bros. Pictures / DreamWorks Pictures / Malpaso / Amblin Entertainment
Fotografía: Tom Stern 
Montaje: Joel Cox / Gary D. Roach
Música: Kyle Eastwood / Michael Stevens 
Reparto: Ken Watanabe / Kazunari Ninomiya / Tsuyosi Ihara 
Duración: 141 min
País: Estados Unidos 

En el año 2006, después de una extensa filmografía, uno de los grandes nombres del séptimo arte, Clint Eastwood, decidía aventurarse con el género bélico, retratar la II Guerra Mundial desde un enfoque original, esto es, mostrar las dos caras de la batalla. El punto en común era Iwo Jima, isla cercana a Tokio que servía de escenario para desplegar el cara a cara entre estadounidenses y japoneses. Así, nacían la floja Flags of our fathers (2006) y la película que aquí nos ocupa, Letters from Iwo Jima.  

El desembarco de Clint Eastwood en cualquier género fácilmente podría ir asociado al cénit de talento del mismo. Sin embargo, no sucede así a lo largo de esta incursión bélica. La II Guerra Mundial, con sus múltiples historias y visiones, ha sido contada por el séptimo arte con mucho mejor gusto y clase. Más en concreto, la panorámica sobre los enfrentamientos en el Pacífico encuentra un referente clave (y difícilmente superable) en la célebre obra de Terrence Malick, The thin red line (1998). La obra de Eastwood ni siquiera se le acerca. Es una película correcta, sin más. El guion de Iris Yamashita presenta distintas flaquezas, resaltando una de ellas por encima de las otras: la ausencia de emotividad. Todo es demasiado plano, estándar. Las penurias y desventuras que acompañan al General Kuribayashi, al soldado Saigo o al Barón Nishi no terminan de cautivarme. La fotografía de Tom Stern baña la narración en las aguas de la melancolía y, podría decirse, es la mayor virtud de este film. Este tono poético, sin embargo, no pasa de la superficie. Es una película, a este respecto, sin fondo.

Personalmente, el trabajo del cineasta californiano me parece fallido. Si bien la versión japonesa de la historia es superior a la mediocre Banderas de nuestros padres, lo cierto es que tampoco resulta ninguna gran obra. Una película, en resumen, que se deja ver pero a la que se le pueden achacar demasiadas faltas. Las comparaciones siempre son odiosas, sí, pero con todo Cartas desde Iwo Jima sale desfavorecida en más de un envite con los trabajos recogidos hasta la fecha a lo largo de este género.

Kazunari Ninomiya Letters from Iwo Jima

Qué decir sobre… «Lone survivor» (2013)

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Dirección: Peter Berg

Guión: Peter Berg (Marcos Luttrell)

Fotografía: Tobias A. Schliessler

Música: Steve Jablonsky

Montaje: Colby Parker Jr. 

Reparto: Mark Wahlberg, Taylor Kitsch, Eric Bana, Ben Foster, Emile Hirsch

A Peter Berg le tengo un cariño especial. No en vano es el padre de la mítica serie de televisión Friday night lights (2006), una obra grandiosa de la que es imposible olvidarse. Puede que sea la mejor propuesta deportiva que se haya hecho jamás en esto del cine. Y, en el fondo, gran culpa de todo ello la tiene el primo de Peter Berg, es decir, el escritor Buzz Bissinger, autor de la obra literaria que inspiró tanto a la película de 2004 como a la serie de televisión.

Lo anterior viene a cuento de que la filmografía de Peter Berg no se corresponde con el nivel dado al filón que suponía aquella historia sobre la gente de aquel pequeño pueblo de Texas. Exceptuando la ácida Very bad things (1998), todo es ramplón en la obra de este cineasta. Una prueba más de ello es Lone survivor (2013), una bufonada increíble. En esta ocasión, no se salva ni Mark Wahlberg, típico actor, por cierto, al que es fácil poner de vuelta y media dándoselas uno de entendido en esto del cine. Payasadas, pues a mí me parece un notable intérprete, de lo más infravalorado en los últimos años junto al ahora ensalzado Matthew McConaughey. Además, brilla en su faceta como productor.

Lone_Survivor_06

Bien, no le demos más vueltas al asunto. Esta historia se centra en las penas y miserias que acompañan al oficio de soldado. Más concretamente, al soldado estadounidense destinado en territorio afgano. En teoría, debería haber caído rendido al frenético ritmo de la narración, sintiendo la agonía de esos desgraciados que sucumbían entre fuego enemigo y rocas escarpadas. Pero no, no siento nada de eso. Además, me parece un despilfarro el contar con una nómina de actores como la que aquí había (Taylor Kitsch, Eric Bana, Emile Hirsch, Ben Foster, entre otros) para hacer una película tan tan floja. En todo caso, imagino que en territorio USA esta película hará las delicias de más de uno. 

Patriotismo barato del que solo podemos salvar de la quema a los apartados más técnicos de la película, esto es, los efectos sonoros y visuales. Después de eso, apenas hay nada.

Votación | 2/5 

Unsere mütter, unsere väter

Hijos_del_Tercer_Reich_TV-510487977-largeEs difícil aportar algo nuevo a un momento histórico tan manido para la industria del cine como es el de la Segunda Guerra Mundial, relacionada esta, sobre todo, con el tema del nazismo. Y sin embargo, Hijos del Tercer Reich (2013) consigue sorprendernos, emocionarnos a través de esta desgraciada y dolorosa historia. Es loable que sean ahora los propios alemanes quienes echen la vista atrás y rebusquen en la barbarie para recordar a las generaciones presentes lo que sus padres, sus madres vivieron en aquellos años.

La cámara de Philipp Kadelbach, partiendo del correcto guión de Stefan Kolditz, nos mete de lleno en las entrañas de la guerra. Y lo hace desde el lado nazi, novedad principal. ¿Qué sería de aquellos cinco amigos alemanes que en el verano de 1941 reían, cantaban y bailaban por las calles de Berlín con la esperanza de que la contienda no se alargase demasiado?  

La guerra. La bestialidad que ella lleva aparejada. Nadie volvería a ser la misma persona después de ella, jamás. Un contundente alegato antibelicista, relatado por un Volker Bruch colosal, que hace justicia histórica con todos aquellos desgraciados que se vieron abocados, por un motivo u otro, a vivir entre insensateces, angustias y pesadillas. 

En resumen, Unsere mütter, unsere vätter es una obra alemana de alta calidad que no busca tanto ahondar en las causas de aquel infierno al estilo dado, por ejemplo, por la obra de Hanna Arendt como sí mostrar, sencillamente, la triste realidad de aquel tiempo.

8/10 

‘Harrison’s flowers’. Imágenes de la barbarie.

harrisons-flowers-movie-posterEuropa se desangró en la década de los noventa. No hablamos de depresiones económicas, corruptelas sistemáticas o secretos diplomáticos. Tampoco hablamos de Oriente Medio, África o la selva lationamericana. Hablamos, aunque muchos ni caigan en la cuestión, del corazón de Europa. Y de la guerra que en él se dio.

De eso trata ‘Las flores de Harrison’, una de las pocas producciones que se ha atrevido a desenmascarar las atrocidades ocurridas en los Balcanes. El penitente amor que Andie MacDowell siente por su marido, David Strathairn, será la excusa idónea para que aquélla se decida a adentrarse en las tinieblas de la batalla, mostrando el lado más salvaje e irracional de la especie humana. En este caso, Elie Chouraqui centra su atención en la guerra que enfrentó a Croacia con Serbia, mostrándonos únicamente los hechos ocurridos durante el triste otoño de 1991. 

La película conmueve, no tanto por el dolor que punza a nuestra protagonista ante la pérdida de su marido, sino por el desgarro que conlleva presenciar las brutalidades que se cometieron, por ejemplo, en las calles de Vukovar. En fin, una película digna y llena de valor que mira al pasado con la ilusión de no volver a caer en los mismos errores.

7.5/10 

‘Full metal jacket’. Vietnam según Kubrick.

Dicen que Kubrick no quedó satisfecho con ‘Paths of glory’ (1957), que ésta no era de verdad una película bélica. Fue así como le rondó la idea de volver al género a través de ‘La chaqueta metálica’. Pocas veces se ha visto una película tan claramente definida en torno a dos grandes bloques. Stanley Kubrick divide su obra, ofreciéndonos primero unos cuarenta minutos de instrucción militar, para luego sumergirse en las entrañas de la guerra. Imagino que el cineasta disfrutó de lo lindo con esta segunda parte, resarciéndose gracias a la primera línea de combate. 

La primera parte es escalofriante. Uno contempla el proceso de deshumanización que se da en esa isla, en ese campamento militar. Cómo uno se convierte en marine del ejército estadounidense, es lo que parecen contarnos. Y yo pienso, ¿qué hay de esos presupuestos públicos destinados a la construcción de máquinas humanas de matar? Brillante R. Lee Ermey, en el papel de instructor, y terrorífico el recluta «patoso», víctima encarnizada en tan tortuoso proceso de conversión. Sí, nuestras guerras se hacen en nombre de la libertad, entendida ésta bajo el prisma occidental. Pero, ¿el fin justifica los medios? Y la libertad que proponía Vietnam del Norte, ¿tan perniciosa era en comparación con la del sur? 

En la segunda parte desciende un punto el nivel respecto a la primera, siendo aún así brillante. Aquí, el autor decide mostrarnos el lado íntimo de la batalla, sirviéndose para ello de los ojos del recluta «bufón». Inicia la exposición desde la retaguardia para gradualmente ir incrementando la peligrosidad del asunto. Nos muestra cuáles son las aspiraciones básicas de un soldado en tan nefasta situación (prostitutas y matar, terrible escena la de la ametralladora y el helicóptero), qué piensan acerca del conflicto (Vietnam) y, por encima de todo, cómo lo viven, sabedores de que se juegan el pellejo en cada segundo. Desgarradora la escena del francotirador. Tremenda reflexión, desde un punto de vista humano, acerca de qué es y cómo se vive una guerra, de lo duro y doloroso que debe ser un momento tan bárbaro como el que nos muestra dicha escena.

En definitiva, no me atrevería a pregonar a los cuatro vientos que el maestro lo que aquí nos brinda es un alegato antibélico. Kubrick toca el tema con sutileza, sin obsequiarnos con una respuesta contundente. Evita la vía panfletaria, limitándose a introducirnos en las mentes, rutinas y acciones de los tipos que, desde el centro de entrenamiento hasta llegar a la primera línea de combate, ponen sus vidas al servicio de quitar otras vidas. Aquí está la guerra de Vietnam contada por Kubrick, cada uno que la juzgue a su manera.   

9/10

‘Three kings’. A tortas con Bush y Saddam.

La guerra del Golfo ha terminado. Sin embargo, en un control rutinario sobre la población iraquí, tres soldados estadounidenses se encuentran con un botín inesperado: un mapa del tesoro. Al más puro estilo mercenario, el capitán Archie Gates, los sargentos Troy Barlow y Chief Elgin y el soldado Conrad Vig se inmiscuirán en la ardua tarea de buscar el oro de Saddam.

Buena película de David O. Russell. Así, combina con acierto el grado de acción necesario, junto con una denuncia abierta encaminada tanto al despotismo (ahora ya pasado) ejercido por el atroz Hussein sobre su población, como, principalmente, a la actitud pasiva del gobierno estadounidense y sus militares en el asunto. Para ello se sirve de una pedagógica mutación en la conducta y actitud de los cuatro soldados que protagonizan la película (aunque en cartel y título se quedaron en tres), quiénes pasan del puro egoísmo lucrativo a la kamikaze y solitaria aventura de protección de las víctimas del régimen Hussein. 

En definitiva, cinta comercial de acción trepidante que camufla, no obstante, entre explosiones, disparos y maletas de oro una feroz crítica al papel ejercido por la Administración Bush en la primera guerra del Golfo. Buena película.

7/10

‘War horse’. Enternecedor homenaje.

Sobre la verde y húmeda hierba inglesa, nace un potrillo. Un joven de la zona, Albert, pronto quedará prendado por dicho animal, y su alegría será máxima cuando descubra que el loco de su padre ha comprado al elegante caballo en una subasta local. No tardarán mucho en darse cuenta de que el animal tiene algo especial. Comienza así una de las amistades más sentidas que el cine nos ha dejado esta temporada.

Steven Spielberg se adentraba con ‘War horse’ en la confección de una película espléndida, de ritmo clásico y con una factura técnica intachable. Se apoyaba para ello en un reparto plagado de actorazos sin estrella, pues quien debía brillar aquí no era otro que el preciado caballo, y combinaba el melodrama sutil con el género bélico, quedando así un híbrido grato de ver durante sus ciento cuarenta minutos de duración.

Un muchacho humilde y bondadoso de la campiña inglesa. Un sargento del cuerpo de caballería del ejército inglés. Dos hermanos alemanes que no querían matar sino vivir. Una jovencita a la que sólo le queda la compañía de su abuelo. Un basto alemán con un corazón, no obstante, demasiado grande. Un par de soldados de bandos opuestos con unas tenazas y algo de conversación. Son una ínfima parte del total de las historias que rodearon a tan atroz contienda bélica. Todos tienen en común que dieron una parte de su cariño, de su afecto y de su corazón a un caballo llamado Joey.   

Película enternecedora, amable y hábil, pues sabe despertar la empatía con el espectador sin caer en la cursilería, evitando la lágrima fácil. No es una obra maestra, y tampoco creo que lo pretenda. Más bien, Spielberg ha realizado aquí un sentido homenaje a la figura del caballo, valiéndose para ello de una cruenta guerra, la Gran Guerra, y de los lazos afectivos que los seres humanos hemos desplegado hacia tan nobles y hermosos animales (incluso en los momentos más atroces de la historia de la humanidad). En fin, una historia digna de ser contada y gustosa de ser escuchada.

7/10 

‘Band of brothers’. En la línea del frente.

Inmiscuida en los quehaceres diarios de la Compañía Easy, ‘Band of brothers’ viene entendida como el complemento perfecto de aquella joya bélica de título ‘Saving private Ryan’ (1998). En coherencia con el capital que hay detrás de esta producción, el bando retratado es el de los Estados Unidos, entrando en el coco de los pobres degraciados, que llegados de los parajes más remotos de la fértil geografía norteamericana, dieron sus vidas, agonías y sufrimiento por esa cosa llamada libertad.

Sin entrar en la lectura que cada cual quiera hacer de este acontecimiento histórico (que si imperialismo, que si democracia, que si revolución proletaria, que si racismo hecho fascismo), el caso es que una guerra no deja de ser una guerra. Desde Normandía hasta Bastogne, pasando por Holanda para acabar en el carismático feudo del mismísimo Führer. Ése fue el devenir de la Easy, siendo relatado todo con brío,  presentando una factura técnica intachable y ahondando, en muchos momentos de su metraje, en la parte humana de la historia, metiéndose en el azote moral, en los perniciosos efectos psicológicos que produce tal barbarie. Échenle un vistazo al capítulo quinto («Crossroads»), la esencia de esta magna obra.

El anonimato de los soldados se esfuma. Todos tienen cara y nombre, dándoles forma. Alejados de números y despachos, de plumas, tinta y firmas. Aquí sólo hay hombres sufriendo, padeciendo, en el frente. Necesaria historia de humanidad, con el punto sutil de antibelicismo que debe acompañar a una producción de este tipo.

9/10

‘Incendies’. Los horrores de la guerra.

‘Incendies’ es un viaje hacia el corazón de las tinieblas, como diría Joseph Conrad. Un misterio, el de resolver la identidad de un padre y un hermano perdidos en el Líbano, cuyo esclarecimiento se produce a fuego lento, con pasos minuciosos que no esquivan ni el terror, ni la barbarie. Son los horrores de la guerra los que se nos muestran aquí sin ningún tipo de tapujo, incluso recurriendo, diría yo, a la exageración argumental.

Con todo, películas como esta siempre son necesarias. Más aún cuando toman, en tal difícil tesitura, el camino de la reconciliación. Un camino que mira hacia atrás con dolor, pero con perdón, alejándose del odio y la ira que no conduce a ningún otro lugar, como aquí nos ha relatado Denis Villeneuve, que no sea a esas alargadas y profundas tinieblas.

8/10

‘Saving private Ryan’. USA en la II Guerra Mundial.

Digámoslo así: ‘Salvar al soldado Ryan’ (1998) tiene el mejor inicio, dentro del género, que jamás haya existido. El realismo que alcanza ese desembarco, con esa agonía manifiesta, con el nervio de jugarte la vida, con la artillería y la metralla rodeándote, ensangrentado por la hemoglobina de tu propio compañero, perdido en la irracionalidad del combate, sabedor que vas directo al mismísimo infierno con férrea moral. Una magna presentación, una escena que pasará a los anales del cine por su fiel recreación de la realidad.

Después viene una gran historia. Una historia de ritmo clásico, extensa en cuanto a minutos pero de incansable disfrute. Es la historia de una compañía de rangers estadounidenses encomendada al rescate de un soldado, James Ryan. Una compañía que tendrá que sufrir las mil y una inclemencias con tal de cumplir con su misión, a sabiendas de que deben encontrar una aguja en un pajar, o mejor dicho, un soldado aliado en un enjambre nazi. El final, por suerte para el espectador (y en consonancia con el inicio), también pasará a la historia por ser uno de los mejores combates bélicos nunca narrados, con tensión y frenético pulso, mezcla, su relato, de horror, impotencia y valentía.

A todo esto, y dejando de lado los aspectos técnicos del film (que son de 10), no conviene olvidar que Steven Spielberg le saca todo el jugo posible a la historia de Robert Rodat, quién realiza un fresco, a medio camino entre las luces y las tinieblas, acerca de la guerra, representada ésta no sólo en batallas y fuego cruzado, sino también al inmiscuirse en la figura y personalidad de cada uno de los personajes, con especial énfasis en el Capitán John Miller (un sensacional Tom Hanks). Es una película humana, que destila una empatía total con los desgraciados que allí, en aquella cruenta guerra, sucumbieron. No se pierdan en las insensateces de aquéllos que sin atender a la historia prestan especial fobia a todo lo americano, y saboreen, por tanto, como se merece, con ese punto amargo y triste, esta joya de película que supone un reconocimiento histórico a la labor de aquellos héroes, con nombres y apellidos, que entregaron sus vidas en favor de esa cosa llamada libertad.

9.5/10