Dirección: Ken Loach
Guion: Paul Laverty
Producción: Alta Films / Channel Four Films
Fotografía: Barry Ackroyd
Montaje: Jonathan Morris
Música: George Fenton
Reparto: Oyanka Cabezas / Robert Carlyle / Scott Glenn / Salvador Spinoza
Duración: 127 min
País: Reino Unido
Nicaragua fue uno de esos experimentos a los que acostumbró la política exterior estadounidense durante la Guerra Fría. Erradicar la semilla del comunismo, evitar la influencia soviética en territorio americano e instalar un régimen dictatorial servil a los intereses norteamericanos. El icono de esta estrategia del shock fue Chile, pero hubo otros países que, como Nicaragua, también tuvieron que sufrir las nefastas consecuencias (miles de vidas humanas de por medio) de todo ello. En este pequeño país centroamericano, el verdugo de turno fue Somoza. Pero cayó, cayó en 1979 tras el estallido de la Revolución Sandinista. Este régimen, de arraigada base popular, luchó contra viento y marea durante la década de 1980. No solo soportó las inclemencias económicas y sociales como consecuencia del bloqueo económico de Reagan, sino que se desangró en una guerra civil alentada por los Estados Unidos, financiando estos a la Contra, en uno de los periodos más tristes del país. La propia Corte Internacional de Justicia reconocía, en una sentencia célebre (27 de junio de 1986), el apoyo armado de los Estados Unidos, derrotado pues no solo moralmente, sino también en base al Derecho Internacional.
En mitad de este conflicto se inserta esta preciosa película. La firma Ken Loach, uno de esos cineastas a quien nadie puede tildar de timorato. Lleva la reivindicación política en su cine, y se agradece. Puede que sea, junto a Constantin Costa-Gavras y Gillo Pontecorvo, el tercero de esta especie de trinidad del cine político. Pocos se han atrevido a denunciar lo sucedido en Nicaragua. Aquí lo hace en base a un guion de Paul Laverty, dando pie así a un tándem (Laverty & Loach) que ha legado una buena lista de películas. A pesar de la implicación del guionista en el proyecto, pues trabajó a pie de campo -defendiendo los Derechos Humanos- en Nicaragua durante los 80, lo cierto es que el relato presenta distintas flaquezas. Tiene un punto panfletario que no me agrada. Perdonable, en cualquier caso. La clave de bóveda es una bonita historia de amor entre un acertado Robert Carlyle y casi una actriz amateur como Oyanka Cabezas, quien, conviene decirlo, lo hace muy bien en esta película. Sin embargo, lo que subyace aquí es mostrar la impúdica actitud norteamericana en territorio nicaragüense. Y la muestran. A ratos muy acertadamente, a ratos… cogida con alfileres.
En todo caso, más allá de las limitaciones que pueda presentar este film, destaco la valentía de Carla’s song. Es la prueba palpable del dolor. Le pone cara al sufrimiento, a las lágrimas. Son las terribles consecuencias humanas de una política ideada por unos señores que, vistiendo buenos trajes y aliviados por el aire acondicionado de sus despachos, no dudaron en lanzarse hacia la vergüenza. Vergüenza de la que huyó Scott Glenn, secundario de lujo aquí y en tantas otras películas. Pero, repito, no nos perdamos: una historia emotiva, llena de sentimiento y cargada de buenas intenciones. La escena final, canción incluida, es muy bonita.