Esta es la historia ficticia de un director de cine acabado, cual Peter Bogdanovich (en tono real). Poseedor de dos Oscar al mejor director, las estatuillas cogen polvo en un cajón de sastre mientras el antaño esplendoroso cineasta rueda spots televisivos para llegar a fin de mes. Sin embargo, la fortuna está a punto de sonreírle. Su ex, una actriz que le abandonó por un adinerado productor, ha pensado en él para dirigir la última obra producida por su marido. Sin nada que perder, y con una aguda hipocondría a sus espaldas, el susodicho director, cual Michael Cimino, aceptará el cargo.
Woody Allen satiriza el mundo que envuelve a la gran industria cinematográfica enclavada en los cálidos parajes californianos. La historia se torna tan redundante como divertida. Toda película del maestro neoyorquino posee algún momento formidable, plasmado en verdadero estado de gracia. ‘Un final made in Hollywood’ no podía ser menos. No obstante, uno sonríe más que ríe con esta película. Le noto cierta falta de chispa, cierta irregularidad.
En cualquier caso, el maestro Allen no requiere de carta de presentación. Aún siendo una de sus obras menores, si les gusta (intuyo que sí) el peculiar gusto por la comedia del cineasta, no lo duden y láncense a disfrutar con esta película. El polifacético autor no se anda con rodeos, cachondeándose de compañeros, amigos, enemigos y hasta de sí mismo.
7/10