‘The towering inferno’. Un referente en cuanto a catástrofes.

El coloso en llamasEn 1974 se estrenaba una de esas películas que siempre salta a la palestra de tanto en tanto. Es una obra mítica, de referencia. Hablamos de ‘El coloso en llamas’, una cinta que hará las delicias de todos aquellos a quienes gusta el cine de catástrofes.

Un rascacielos colosal. Una inauguración por todo lo alto. Miles de personas invitadas al banquete. Y un derroche triunfalista… «enciendan todas las luces». Pues ahí lo tienen, un incendio de primer nivel como resultado de todo ello. Y por allí andaban, con intenciones de solventar el desaguisado, dos pesos pesados de esto de la interpretación: Paul Newman y Steve McQueen. Casi nada. 

Película comercial, rodada con pretensiones de lucir como ninguna. El drama no queda muy elaborado, perdiendo terreno, por tanto, respecto a la adrenalínica acción, verdadero pilar del film. Uno palpa la tensión y asfixia de verse metido en un infortunio de tal calibre. Ayudan los conseguidos efectos especiales (teniendo en cuenta la época en la que se elaboró esta cinta). ¿Lo malo? Su excesiva duración. Con todo, entretenimiento de calidad.

7.5/10 

‘The road’. Aterradora.

Hillcoat y Aguirresarobe, impregnados del espíritu de Cormac McCarthy, han creado en ‘La carretera’ una ambientación devastadora. Un mundo lleno de llamas y cenizas, en el que el planeta parece haber reventado por todos los lados. El film es un diario acerca de lo duro que es sobrevivir, de ese momento en el que el suicidio hasta parece una salida placentera. Todo lo natural ha ido desapareciendo, la agricultura lo primero. Hay hambre y no hay comida. La solución, en muchos casos, es el canibalismo. Y ellos, Mortensen y su hijo, están solos. Es difícil salvar el día a día. Crecer en esas condiciones. Interiorizar el valor que tiene una bala, sinónimo de salvación. Produce pavor constante la situación de ambos, una agonía crónica, que no tiene fin.  Escalofriante ponerse en el pellejo del padre, interpretado de manera excepcional por Viggo Mortensen. Alguien que ya no tiene fe en la bondad, añorando los años en los que había valores y justicia, pérdidos ya de manera irreparable, cayendo en lo hondo del pozo, desconfiando de todo y de todos. O ese hijo tan miserable y desgraciado que por lo inherente de la niñez aún confía, aún posee el fuego interior, huyendo de su espantosa realidad. No le busquen la alegría a la película. Es lúgubre, sombría, triste. Provoca terror.

‘El día de mañana’. La catástrofe más grande jamás contada.

Película con moraleja. Hay que dejar de ser malos con la naturaleza, cuidarla y mimarla, incluso por encima de la economía, porque sino nuestro futuro, nuestra existencia, entrará en fase terminal.

Más o menos, de esas dos líneas que pueden llegar a ser cinco o seis dándole muchas vueltas al diccionario y a la verborrea, Roland Emmerich sacó una historia y escribió un guión. Huelga decir que la peli tiene todos los clichés y tópicos posibles de la historia del cine estadoudinense.

Más grave aún me pareció que un actor que a mí me gusta, Jake Gyllenhaal, casi echara por la borda su carrera cinematográfica interprentado aquí a un pánfilo empollón de diecisiete años que espera que su papi, un Dennis Quaid ya muy venido a menos, le rescate de esta catástrofe climática que se ha cepillado a medio planeta, mientras el se esconde en la biblio de NY e intenta ligar con la chica que le gusta.

Resumiendo, catástrofes con muchos efectos especiales (tornados en Los Ángeles y tsunamis en Nueva York) y un rescate del gran padre americano que busca a su amado hijo en medio de tal berenjenal de frío, nieve, aire, lluvia y demás. Mala.