‘The last of the mohicans’. Heroica, conmovedora, trágica.

Corría el año 1992 cuando un cineasta, hasta entonces poco aclamado, se daba a conocer ante el gran público. Su nombre era Michael Mann, y no era ningún jovenzuelo que digamos, pues rondaba ya la cincuentena. Padre de la archiconocida serie ‘Miami vice’ (1984), en su faceta de autor (dirección y guión) ya contaba con tres películas interesantes aunque a un escalafón por debajo, en cuanto a nivel, de sus mejores obras. Aquéllas eran ‘Thief’ (1981), ‘The keep’ (1983) y el germen de Hannibal Lecter, ‘Manhunter’ (1986).

En fin, digamos que era un tipo consolidado, aunque le faltaba dar ese salto cualitativo que distingue al buen cineasta del maestro. Y por ahí apareció ‘The last of the mohicans’. Una película llena de fuerza y sentimiento en la que el cineasta conseguía compaginar, con una sutileza y perfección asombrosa, la dimensión crítica al afán imperialista de Occidente con las terribles consecuencias del mismo sobre los nativos e indígenas (especial atención a mohicanos y hurones), alternándolo todo con una(s) historia(s) de amor tan vigorosa(s) como creíble(s).

Hablamos, por tanto, de una historia completa, un fabuloso trabajo de guión servido a través de una factura técnica intachable. Junto a la magistral dirección de Michael Mann, encontramos una sublime labor de fotografía a cargo de Dante Spinotti, así como un reparto de altos vuelos en el que prepondera el trabajo de un tal Daniel Day-Lewis. Eso sí, no deberíamos olvidar las interpretaciones de Madeleine Stowe, Russell Means y Wes Studi, quienes ponen toda la carne en el asador para darle veracidad y sentimiento al asunto. Por último, cabe destacar que la emotividad de esta cinta no sería la misma sin el compás marcado por Trevor Jones y Randy Edelman.

Puro sentimiento. Difícil que a uno no le emocione esta heroica, conmovedora y trágica historia que recorre, con pulso milimétrico y oficio de maestro, los sangrientos y dolorosos pasillos que caracterizaron a los Estados Unidos a finales del siglo XVIII.

9/10 

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