‘La rosa púrpura de El Cairo’. El cine como motivo de vida.

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Cecilia está ahogada en su miserable vida. Son los años de la Gran Depresión en el New Jersey de los años 30. A ella le toca trabajar en una cafetería donde su jefe y los clientes no la soportan. Por otra parte, tiene que soportar al golfo de su marido, un tipo que pasa el tiempo que le ha concedido el cierre de la fábrica de juerga con sus amigos y sus golfas.

Menos mal que Cecilia tiene un cine cerca de casa para refugiarse. Y ahora echan ‘La rosa púrpura de El Cairo’, una historia romántica que transcurre por diversos lugares del mundo. Cecilia, como siempre, irá a verla. Y esta vez quedará enamorada del film y de su personaje, Tom Baxter, un explorador y poeta muy romántico. Le prendarán las escenas llenas de champagne, baile, vestidos elegantes y aventuras amorosas. Quedará tan enamorada, que es lo único que le motivará para dar una alegría a su vida. El cine será el refugio a su gris existencia en la realidad. No le queda nada, ningún motivo para seguir adelante. Pero ahí está el cine, como vía de escape, como salvación.

El delirio de Allen llegará cuando Baxter salte de la pantalla, prendado por Cecilia, para vivir una aventura de amor con ella. El ingenio, la gracia, los grandes diálogos y las carcajadas inundarán a partir de entonces el film. Woody Allen deambulará entre la ficción y la realidad, creará dos mundos contrapuestos, uno idílico, el ficticio, otro nefasto, el real. Dos mundos contrapuestos, pero a la vez compatibles. ¿Quién no ha encontrado refugio en algún momento de su vida en el cine? Esta película es un canto a la vida ficticia, esa vida que tantos admiramos. Un canto al cine. Porque la vida real, al fin y al cabo, no es tan idílica. La pobre Cecilia lo ha comprobado en más de una ocasión. Pero a ella siempre le quedará en el recuerdo aquella inolvidable noche en el cine con Tom Baxter. Le hará más llevadera su mísera vida.

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