‘El espíritu de la colmena’. Fantasía.

En una familia de la Castilla profunda de los años 40, habitan Fernando, padre, Teresa, madre, Ana e Isabel, hijas. La Guerra no ha pasado en balde para la familia. Del mismo modo que las niñas han ido creciendo y despertando, los padres se han ido apagando, durmiéndose.

Fernando se pone sus auriculares por las noches. Espera noticias. Mientras vigila el trabajo fatigoso de las abejas en su colmena, escribe unas palabras que se pierden en mitad de la noche. Él mismo se encuentra igual de enjaulado que sus abejas.

Teresa tampoco es feliz. Dijéramos que ha perdido a su marido. Su único refugio es el ferrocarril, esa vía de contacto con el mundo exterior. En él deposita todas sus esperanzas en forma de carta. Unas cartas dirigidas a Niza, pero sin un remitente claro. Quién sabe. Quizás un amigo, un familiar, un amante. 

Las niñas, Isabel y Ana, crecen en medio de este desolador ambiente. Sin embargo, ellas con poco se ilusionan. Ahora proyectan en el pueblo ‘El doctor Frankenstein’. Esta película calará muy hondo en la mente de la pequeña Ana. Intrigada por la muerte de la niña a manos de Frankenstein, y la posterior muerte de éste, le preguntará a su hermana el por qué. Aquélla responderá que todo es mentira, que el espíritu de Frankenstein habita en una casa abandonada a las afueras del pueblo.

Isabel, es mayor que Ana. Frankenstein no le ha impactado tanto. La muerte es algo frívolo para ella. Se permite el lujo de fingirla ante Ana. O de intentar asesinar al gato con sus propias manos. Es la mujercita viva de la casa.

Ana, sin embargo, todavía es una niña en todos los sentidos, y ha creído a su hermana en el tema del espíritu y la casa abandonada. Por eso, cuando un maqui se refugie en ella, la niña creerá que él es Frankenstein. Pero la muerte llegará a su vida, esta vez, de manera real. El maqui morirá y sus ilusiones se esfumarán. Creerá que lo ha hecho su padre, y huirá al bosque. A ese bosque exterior, a la noche. Un lugar en el que fantasear alejada de la cruda realidad de su hogar. Ana tendrá que recurrir a la fantasía para vivir. Su hermana le dijo un día que sólo tenía que decir su nombre para hablar con el espíritu. Por eso, ella, por la noche, se dirige hacia su ventana, con un ruido de fondo de un ferrocarril, diciendo «soy Ana». Porque es una niña. Una inocente en medio de un infierno. Alguien que no quiere alejarse de ese otro mundo en el que todos vivimos cuando fuímos pequeños. Se aferra a él, alejándose del mundo real.

Son infinitas las palabras dedicadas a esta película. Ha sido obra de estudio y análisis de muchas personas. Que decir que no se haya dicho ya. Es más, cuánto falta por decir aún! ‘El espíritu de la colmena’ es de esas películas de las que se aprende más y más viéndola una y otra vez. No hay un sólo plano gratuito, hueco o carente de significado. Yo, particularmente, me quedo con la escena en la que Fernando sale al balcón, partiéndose la imagen en dos. A la izquierda, los tejados del pueblo. A la derecha, la silueta de Fernando acompañada del amarillo y los hexágonos de la colmena que decoran sus ventanales. Un hombre encerrado en su mundo, sin poder entender al otro. Obra maestra. Atención a las miradas de los personajes, importantes para entenderlos.

«Alguien a quien yo enseñaba últimamente en mi colmena de cristal el movimiento de esa rueda tan visible como la rueda principal de un reloj. Alguien que veía a las claras la agitación innumerable de los panales, el zarandeo perpetuo, enigmático y loco de las nodrizas sobre las cunas de la mirada, los puentes y escaleras animados que forman las cereras, las espirales invasoras de la reina, la actividad diversa e incesante de la multitud, el esfuerzo despiadado e inútil, las idas y venidas con un ardor febril, el sueño ignorado fuera de las cunas que ya acecha el trabajo de mañana, el reposo mismo de la muerte alejado de una residencia que no admite enfermos ni tumbas. Alguien que miraba esas cosas, una vez pasado el asombro, no tardó en apartar la vista en la que se veía no sé que triste espanto.»

Deja un comentario