‘Daybreakers’. Refrito indigesto.

Otra vuelta de tuerca más a un género ya explotado de mil maneras por Hollywood. En este caso, los vampiros se han apoderado del mundo. Existe una sociedad vampírica totalmente extendida, en la que los humanos no son más que animales de los que alimentarse, a los que drenar su sangre.  Ley de vida, el pez grande se come al pequeño. Sin embargo, hay un problema, tanto para unos como para otros. Los humanos están en extinción y, por lo tanto, los vampiros no tienen qué comer. A partir de aquí, hay dos caminos. Por un lado, encauzarse por el de la crítica, al estilo Alan Ball, a nuestra consumista sociedad, algo que se vislumbra en ciertos diálogos, y sobre todo, en el personaje de Sam Neill. O, tirar por lo fácil, que es lo que hace el film, acabando con la novedad y planteando el combate en el que nosotros ocupamos el rol de buenos, y los vampiros son los malos. «La batalla entre humanos y vampiros ha empezado» que nos vendía el marketing del film, se desarrolla a base de topicazo tras topicazo.

Floja incursión en el mundo de los vampiros, un producto que parece haberse subido al carro de ‘Crepúsculo’ y ‘True Blood’, aprovechando el tirón existente. Es un refrito de todo lo visto en anteriores ocasiones. Cositas cogidas de aquí y de allá, como «el coche fantástico», los humanos drenados al estilo «Matrix», el científico Ethan Hawke haciendo de Will Smith en «Soy Leyenda», el estilo zombies de «28 días después» montando el caos por las calles o con la infraespecie, o la lucha «Vampiros de John Carpenter» por parte de los humanos con sus ballestas. También habrá happy end, of course. Además, a todo ello hay que añadirle que por momentos parece que estemos ante un anuncio publicitario, con escenas muy breves encadenándose, dando fe del gran talento existente en los hermanos Spierig para el mundo del cine-marketing. Lo que resulta más dañino es lo de Ethan Hawke y, sobre todo Willem Dafoe, viendo como desperdician su talento en esta bazofia. Totalmente desaprovechada.

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