‘Mean streets’. Costumbrismo gangsteril.

«Domenica in chiesa, lunedi all’inferno».

Martin Scorsese había hecho algún trabajo que otro anteriormente. No obstante, a efectos prácticos, esta cinta suponía el nacimiento de su cine, el bautizo de uno de los clásicos del séptimo arte. Y todo gracias a Charlie, un náufrago cualquiera, habitante de esos inhóspitos parajes pulidos con pulso de genio y maestro por el cineasta neoyorquino. Esto es ‘Mean streets’, un clásico del cine, puesto que supone el origen del costumbrismo gangsteril como tema principal en las obras cinematográficas del gran Martin Scorsese.

La historia gravita en torno a Charlie, interpretado por un jovenzuelo Harvey Keitel. Él se ha criado en Little Italy, New York. Hombre de fe, ha interiorizado aquello que dice «amar al prójimo», alejándose del egoísmo y, por ende, debiendo sacar de más de un apuro a su buen amigo Johnny Boy, sensacional Robert De Niro, un chico que siempre anda en problemas financieros (le debe dinero a medio barrio) y de juego. Es una lacra para Charlie, al igual que Teresa, la prima de Johnny y amada de él mismo, aunque ésta por motivos distintos (sufre de epilepsia, sinónimo de enferma mental para el retrogrado y tradicional pensamiento del barrio).

Ambos permanecen ocultos de cara a Mario, tío suyo y capo del barrio, que tiene en buena estima y nómina a Charlie, augurándole una prometedora carrera en el mundo del hampa, siempre y cuando mantenga las formas (la presencia, es lo importante). Por tanto, Charlie vive entre la espada y la pared, contraponiendo su vida verdadera, sus amistades y novia frente a la vida del pulcro gángster italiano. Es decir, su mundo comienza a resquebrajarse. El tambaleo emocional alcanza una proporciones desorbitadas. ¿Qué ha hecho él para merecer esto? Es un hombre de corazón bondadoso, de alma débil y caritativa que, sin embargo, se mueve entre aguas turbias y agitadas que le arrastran hacia la fatalidad del destino, ese del que tantas veces ha tratado de evadirse. ¿Qué culpa tiene él de haber nacido y crecido en Little Italy?

Scorse entraba en el barrio, en Little Italy. Lo hacía al ritmo de la premonitoria y melancólica canción «Be my baby», de The Ronettes. Enmarcándolo todo al amparo de esa frase inicial narrada con voz en off, «los pecados no se redimen en la iglesia, se redimen en las calles«. Comenzaba con ‘Mean streets’ un impagable y majestuoso ciclo cinematográfico en el que retrataba a las almas errantes que se apilaban entre el asfalto, bares y callejones de uno de los barrios de esa Gran Ciudad. Pese a ser su ópera prima, el cineasta lograba una ambientación creíble y desoladora, radiografiando, con ritmo pausado y comedido, mediante el cual nos acercamos de modo natural, casi como el hombre que pasea por las calles del barrio contemplando el ambiente tal cual es (veraz y puro), las mugrosas interacciones que se daban entre los lugareños, construyendo, casi sin querer, un universo claustrofóbico, fatalista y lúgubre del que Charlie difícilmente conseguirá escapar.

8/10

Spoiler

Memorable escena final. Dos coches que simbolizan los dos mundos de Charlie. Uno le trae a su mente el mundo gangsteril, egoísta y violento, marcado por préstamos, cobros, convencionalismos y fuego cruzado. El otro representa su verdadero mundo, la esencia de ese hombre de fe que es todo bondad, irradiando calidez y sentimiento.

Dos mundos contrapuestos que tenían necesariamente que chocar, y en el que el Fuerte (el contexto, las normas y valores sociales) se comía al Débil (la bondad de ese hombre nacido en un lugar equivocado). Todo acabó de forma dramática, entre sangre y cristales. 

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