‘The french connection’. The Wire en los 70.

Popeye Doyle y Buddy, unos excepcionales Hackman (sobre todo, éste) y Scheider, se patean las calles de Brooklyn en busca de joder el negocio de las drogas. Patean a camellos y trapicheantes, buscando algo a lo que aferrarse. «Algo» que encontrarán en una noche de copas, cuando Popeye, siguiendo su corazonada, se fije en un capullo que suelta los billetes como si fueran caramelos. El caso habrá comenzado.

En sus primeros 50 minutos parece preceder en fondo y forma a ‘The Wire’. Hay escucha, hay seguimiento. Van dando pasos importantes, apareciendo la conexión francesa con el Barbas, un gran Fernando Rey. Los siguientes 50 minutos son de una acción pura y dura, de calidad, con persecuciones y redadas, con un nivel de tensión impresionante alcanzado sobre todo en el cara a cara de Hackman con Rey en el vagón, o en la persecución en coche de Popeye al metro del sicario que concluye en esa memorable escena de la escalera.

William Friedkin nos regala un thriller policíaco, con su elaborada investigación y sus dosis de acción (de gran tensión) correspondientes. Se ha servido de Marsella y Brooklyn. Del mar de la costa azul y del metropolitano neoyorquino. Y, sobre todo, de un gran Gene Hackman, un rudo policía, Popeye Doyle, empecinado en desmantelar el negocio de la droga, manteniéndote con su particular carácter la adrenalina por las nubes. Un papelón que pasará a los anales de la historia del cine. Por lo demás, buena película. Recomendada. Como curiosidad, ¿era tan buena como para arrasar en los Oscar del 71?

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