Mark O’Brien es un tipo que a sus 38 años de edad ha decidido perder la virginidad. Le importa poco el hecho de ser tetrapléjico, o el detalle de no poder respirar más de tres horas por cuenta propia. “A vivir que son dos días”, se dice a sí mismo este carismático hombre. Ahí, tal como suena, radica el motor de combustión de esta vitalista historia que se sube, en cierto modo, a la ola impulsada por ‘Intouchables’ (2011).
Nadie duda de que estamos ante una buena película que posee carisma, ilusión y sentimiento a raudales, pero a la que le falta cierta ambición. Pese a contener grandes momentos y acertados diálogos, el guión de Ben Lewin no consigue atravesar la superficie y pulir una obra plena. Quizás tampoco era ese el objetivo marcado. Quizás la línea a seguir era elaborar una sencilla historia que merecía tanto ser contada como escuchada.
El verdadero pilar de la cinta es John Hawkes, actor predilecto desde que lo conociera en ‘Winter’s bone’ (2010), al interpretar a ese tipo que un buen día decidió echarle un pulso a la vida. No conviene desdeñar, sin embargo, a titanes de la interpretación como Helen Hunt o William H. Macy. En fin: amor, sexo, poemas y confesiones con el sacerdote, ahí reside la clave de bóveda de esta optimista historia.
7.5/10
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