The panic in Needle Park (1971)

P_nico_en_Needle_Park-323859532-largeDirección: Jerry Schatzberg 
Guion:
 Joan Didion / John Gregory Mills (Novela: James Mills)

Producción: 20th Century Fox
Fotografía: Adam Holender
Montaje: Evan Lottman
Reparto: Al Pacino / Kitty Winn / Alan Vint / Richard Bright / Kiel Martin 
Duración: 110 min
País: Estados Unidos

Needle Park hace referencia a un lugar triste, desangelado. Es uno de los puntos más oscuros de la ciudad de Nueva York. Allí suelen reunirse personas de todo tipo que coinciden en una cosa muy concreta: son heroinómanos. ¿Cómo es la vida de esta gente? Es el interrogante principal que resuelve Jerry Schatzberg a lo largo de este film. El cineasta responde a esta cuestión sirviéndose de una de las historias de amor más hirientes que se conozca, la entablada entre Al Pacino y Kitty Winn.

Los tres nombres mencionados coinciden en una misma característica, pues los tres eran prácticamente noveles cuando filmaron esta película. El director, Jerry Schatzberg, un rara avis en esto del cine (después de dos grandes películas se esfumó), le ofrece vigor y nervio a un relato demoledor. Suelta sin disimulos un golpe seco, resultando un film tan poderoso como frío. El irregular montaje baña de anarquía y cierto descontrol a la cinta, mientras que el guion posee diversas imperfecciones. Nada que no pueda solucionarse con el recital que nos brindan Al Pacino y Kitty Winn. Después de ver esta película, me llama la atención que una actriz tan formidable como esta detuviera su carrera en 1978, en plena juventud y apogeo artístico. En todo caso, aquí deja un trabajo imperecedero al encarnar a esa inocente y enamorada chica que gradualmente va convirtiéndose en una yonqui atrapada en las inercias de ese universo tan infame como es el de la droga. Su aliado, su amor y su ángel de la guarda no es otro que Al Pacino. Él está cautivador: joven y en plena forma, con ganas de demostrar todo el talento que tiene. Es 1971, apenas un año antes de estrenar The godfather, así que imagínense el recital brindado.

No es una película perfecta, pero en su imperfección radica su principal virtud. Contemplamos así una obra contestataria, llena de juventud y osadía. Ciertas escenas son de un realismo tal que, lo reconozco, tengo que echar la vista a un lado. Es el lado oscuro de la vida, los márgenes del sistema. Un amor fagocitado entre jeringuillas. Esto es lo que aquí se retrata, sin más: penitentes abocados, tarde o temprano, al «pánico», a la destrucción personal más absoluta.

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What’s eating Gilbert Grape? (1993)

whats_eating_gilbert_grape_ver2Dirección: Lasse Hallström
Guion:
 Peter Hedges (Novela: Peter Hedges)

Producción: Paramount Pictures / J&M Entertainment
Fotografía: Sven Nykvist
Montaje: Andrew Mondshein 
Música: Björn Isfalt / Alan Parker 
Reparto: Leonardo DiCaprio / Johnny Depp / Juliette Lewis / Mary Steenburgen / Darlene Cates / Laura Harrington / John C. Reilly / Mary Kate Schellhardt
Duración: 118 min
País: Estados Unidos

Cualquier error que tenga ¿A quién ama Gilbert Grape? queda perdonado. Al menos, por mi parte. Y es que es un regalo de película, un tesoro inesperado que uno encuentra casi sin querer. Después de muchos años sin verla, anoche zanjé esta cuenta pendiente. Qué suerte la mía. Qué poco se necesita para hacer buen cine: el Medio Oeste norteamericano como escenario y una peculiar familia como protagonista. Más que suficiente. 

Lasse Hallström cuenta muy bien este tipo de historias. Es un artesano de los sentimientos. Hace de la sencillez la mayor de sus virtudes. Transforma la cotidianidad, la tranquilidad y el encanto que caracteriza a los «pequeños» lugares en una tormenta de sensaciones y emociones. Convierte la armonía en puro espectáculo. Un par de pinceladas le bastan para hacerlo. Ahí están las maravillosas The cider house rules (1999) y Chocolat (2000) como buena prueba de ello. Aquí se agarra a un personaje en especial, a una de esas interpretaciones que conforme quedan filmadas pasan a la historia del cine. Es Arnie, un joven discapacitado a quien encarna estupendamente un deslumbrante Leonardo DiCaprio. La empatía que levanta este chico, no lo digo por decir, es una maravilla.

En el fondo, todo se centra en Johnny Depp. Él es Gilbert Grape, la bondad hecha persona. Gracias a su personalidad, a su mirada y a sus vivencias lograremos adentrarnos en cada uno de los entrañables rincones que contiene este relato. Ayuda a ello la fabulosa partitura de Björn Isfalt, la agradecida elegancia de Juliette Lewis y el sensacional trabajo de Darlene Cates, la madre de nuestros protagonistas. Así, casi sin darnos cuenta, la sutil emotividad de este vitalista cuento nos atrapa, guardando además un mensaje final precioso. Totalmente recomendable, gran película.   

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Catch me if you can (2002)

catch_me_if_you_can_xlgDirección: Steven Spielberg
Guion:
 Jeff Nathanson (Novela: Stan Redding / Frank W. Abagnale)

Producción: Dreamworks
Fotografía: Janusz Kaminski 
Montaje: Michael Kahn 
Música: John Williams
Reparto: Leonardo DiCaprio / Tom Hanks / Christopher Walken / Nathalie Baye / Amy Adams / Martin Sheen / Jennifer Garner 
Duración: 141 min
País: Estados Unidos

Esta no es una obra maestra de Steven Spielberg, pero sí es una buena película. No sé cómo llegó este proyecto a sus manos, pero la historia de Frank W. Abagnale queda resuelta de una manera muy entretenida. Elaborado el guion por Jeff Nathanson, también guionista de The terminal (2004), película similar en forma y propósito a esta, el recital pronto nos cautiva. A pesar de sus 140 minutos de duración, uno devora con gusto el relato. No faltan los nombres propios en los títulos de crédito (por cierto, pocas veces han estado tan bien presentados): la fotografía de Janusz Kaminski; la siempre acertada composición de John Williams; la presencia de Spielberg como capitán de la nave; y, fundamental, el mayúsculo reparto que aquí tenemos. 

Los personajes están muy bien pulidos. En el fondo, el tema de la soledad y la amistad subyacen detrás de esta retahíla de divertidas estafas y entrañables persecuciones. El sentimiento, aun escondido y sutil, es el motor de combustión de esta película. La crepuscular presencia de Christopher Walken -de largo el mejor de la película- y la añoranza por un pasado mejor serán la excusa idónea para que Leonardo DiCaprio comience sus travesuras: profesor de francés, copiloto de aviación, médico o abogado, todo le queda bien. Tanto da que aparezca como un apuesto seductor rodeado de mujeres que como un tortolito enamorado (estupenda Amy Adams). Detrás de él, dispuesto a iniciar el duelo, se halla Tom Hanks, solitario, enigmático y, a la postre, afable personaje. Ellos son el verdadero reclamo del film, dos colosos de la interpretación. Uno siempre ha sido considerado como un sobresaliente actor, hablo de Tom Hanks y sus excelentes papeles en (¡prepárense!) Philadelphia (1993), Forrest Gump (1994), Salvar al soldado Ryan (1998), La milla verde (1999), Náufrago (2000), Camino a la perdición (2002) y La guerra de Charlie Wilson (2007). Ahí es nada. Al otro le ha costado más hacerse un nombre, pues desde Titanic (1997) siempre se le asoció con una cara bonita, y la Academia parece no terminar de aceptarlo (nunca se ha hecho con un Oscar) entre los grandes. Aquí, como en todas y cada una de sus películas, está brillante. Recital, pues, a disfrutar. 

Así, el mano a mano entre los dos protagonistas queda espléndido, además de incluir un contexto tan bien pincelado que da para que la sobresaliente galería de personajes secundarios brille con luz propia. Creo que es difícil no divertirse -incluso emocionarse- con esta entretenida comedia. Llena de desparpajo y con auténticos momentazos. 

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Una sonrisa y una infancia

No recuerdo si llovía, si hacía frío o si nos asábamos de calor. Pero sí recuerdo un cine y una película: la Señora Doubtfire. También recuerdo que la vimos en familia. Y que fue una tarde tan tranquila como feliz. El esplendor artístico de Robin Williams coincidió con mi niñez, y eso que le agradezco. Me lo pasé muy bien con él: su dicharachero Peter Pan en la inolvidable Hook; la entretenida Jumanji; el simpático médico Patch Adams; el alocado gay de Una jaula de grillos; el entrañable robot de El hombre bicentenario; o aquel científico tan extraño que nos entretuvo con Flubber.  

De vez en cuando, también se ponía serio. Era un gran actor cuando quería: Good morning Vietnam, Más allá de los sueños, Retratos de una obsesión, Insomnio. Buenos trabajos que, en todo caso, permanecen a la sombra de  sus dos grandes papeles. Uno, John Keating; el otro, Sean Maguire. Así, fue un melancólico hombre enseñando a vivir a un joven rebelde en El indomable Will Hunting. Y un profesor enamorado de la poesía que, de igual manera, aleccionaba a aquellos muchachos de El club de los poetas muertos. La emoción que es capaz de despertar con estas dos películas, todavía hoy, me parece asombrosa. 

Son un montón de momentos los que van ligados a su nombre. Y en ellos, recuerdo sonrisas, muchas sonrisas. Para mí, eso es Robin Williams: una sonrisa y una infancia. 

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Out of sight (1998)

out of sifhtDirección: Steven Soderbergh
Guion:
 Scott Frank (Novela: Elmore Leonard)

Producción: Jersey Films
Fotografía: Elliot Davis 
Montaje: Anne V. Coates
Música: David Holmes 
Reparto: George Clooney / Jennifer Lopez / Ving Rhames / Don Cheadle / Steve Zahn / Dennis Farina / Michael Keaton / Catherine Keener / Samuel L. Jackson 
Duración: 123 min
País: Estados Unidos

Esta cinta entretiene de lo lindo. Es el lado bueno de Steven Soderbergh, capaz de lo mejor y lo peor. Aquí el cometido es muy sencillo: realizar una película comercial de calidad. Puro entretenimiento, nada de reflexión. En cierta manera, esta historia es la antesala de la franquicia más conocida del director, aquella que se abrió con la entretenidísima Ocean’s eleven (2001). Total, la receta es sencilla: un guion con oficio que sepa aunar distintos temas sin que desentone el mix final, un par de caras bonitas encabezando el cartel y un director que avive el relato.

Entre huidas de prisiones y asaltos a bancos se conocerán (y se enamorarán) el apuesto George Clooney y la sensual Jennifer Lopez. Un romance, pues, de lo más normal. La historia encaja las distintas piezas a la perfección. Además, la retahíla de secundarios y la cantidad de frentes abiertos por el guion le servirán al cineasta para pulir un relato inquieto, nervioso y muy entretenido. Me gustan Ving Rhames y su presencia, la verborrea de Don Cheadle, las pullas de Dennis Farina a Michael Keaton y, cómo no, el cruce de miradas entre nuestros dos tortolitos (me encanta la escena del ascensor).

Nada queda al azar, por tanto, en un film que representa tan sutilmente al «cine» de Steven Soderbergh. Un thriller metódico donde todo encaja a la perfección. Podría decirse que estamos ante una obra llena de desparpajo y sin complejos. Buena. 

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Annie Hall (1977)

annie_hallDirección: Woody Allen
Guion:
 Woody Allen / Marshall Brickman

Producción: United Artists
Fotografía: Gordon Willis
Montaje: Ralph Rosenblum
Música: Varios 
Reparto: Woody Allen / Diane Keaton /Tony Roberts / Carol Kane
Duración: 93 min
País: Estados Unidos 

«Nunca pertenecería a un Club que admitiera como socio a alguien como yo«. Eso decía Groucho Marx, y así, parafraseando a uno de los grandes maestros de la comedia, abre Annie Hall, maravillosa película ideada por el genio neoyorquino, Woody Allen, en el año 1977. Es la única cinta del cineasta que ha conseguido alzarse con la estatuilla a la Mejor Película y, quizás por ello, brilla con una luz especial en su extensa, talentosa e inolvidable filmografía. 

La historia está narrada de una forma inquieta, porque inquieto es el personaje principal: Alvy Singer. El monólogo inicial ya advierte de las intenciones del film, pues marchamos a devorar los apenas 87 minutos del metraje sin pausa, sin atisbo de cordura y con una chispa infinita. La neurosis baña cada uno de los fotogramas de esta cinta. ¿Por qué es tan bueno Woody Allen? La cantidad de frases y situaciones memorables que se dan a lo largo de esta película difícilmente pueden recopilarse en pocos segundos. Junto con Manhattan (1979) y Deconstructing Harry (1997), Annie Hall pincela una paisaje sobre las relaciones de pareja de una forma tan divertida como certera. Las obsesiones del cineasta, además, están presentes a lo largo del relato: Nueva York sigue siendo su objeto de amor eterno; sus citas con Fellini y Bergman no pasan desapercibidas; el antisemitismo le obsesiona; su devoción al psicoanálisis es compulsiva; y su tirria hacia L.A. es divertidísima. Con todo, el guion de la película es fabuloso, pues no solo reímos con él, con sus gracias, sus chistes y sus vaivenes emocionales, sino que además, mérito principal del film, nos hace sentir partícipes de este relato, entender con una extraña cercanía las derivas de los protagonistas y, ya puestos, reflexionar sobre todo lo que nos muestra tan imprevisiblemente el genio neoyorquino.  

Las idas y venidas sentimentales del protagonista nos sacan una, dos, tres y hasta mil carcajadas. Pero todo se detiene en Annie, Annie Hall, esa chica nerviosa, guapa y tímida a la que Alvy conoce en un partido de tenis. A ella le da vida Diane Keaton, estupenda, en la que es la mejor interpretación de su carrera. Y ella es la chispa que enciende la mecha. A partir de ahí, prepárense para maravillarse con las batallas emocionales que emprenden esos náufragos cualquiera de la ciudad de Nueva York. Una nostálgica, entrañable y divertida mirada a los enredos sentimentales. Inolvidable película. 

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