‘Ay, Carmela’. Cosas de la guerra.

«Carmela y Paulino, varietés a lo fino». Así se llama la compañía artística formada por Carmela, Paulino y Gustavete. Estamos en 1938, en plena Guerra Civil, y ellos son los encargados de amenizar al frente de Aragón, en zona republicana. Sin embargo, hartos de tanta penuria en Montejo, decidirán dar el palo de gasolina y marcharse a Valencia, en busca de algo mejor.

La mala fortuna, no podía ser de otra manera en una situación tan triste como esa, se topará con ellos. Caerán en manos del bando fascista. Serán hechos presos, pero tendrán el salvoconducto del arte. Podrán encontrar la libertad a cambio de una actuación apológica del fascismo (con matices) a tres bandas: alemán, italiano y español.

A través de su narración, tanto Saura como Azcona, ponen de claro manifiesto como estuvo el patio por aquel entonces. Las ejecuciones de «comunistas». Las ayudas italianas (grande Pajarés y su italiano). El carácter «español» de los franquistas (estos italianos son todos unos maricones). Las situaciones que se vivían en los dos frentes, sobre todo, a partir de la comida (si los fascistas comen así todos los días, hemos perdido la guerra). Y, por encima de todo, la ilusión por vivir, la supervivencia en medio de tanta grisez, materializada en Pajarés, Maura y Gabino. Porque Maura, pese a ser republicana, quiere casarse de blanco y por la Iglesia. Pero Pajarés, ya se sabe, todos los hombres son iguales, la escena en la cama del alcalde es muy buena. Y Gabino, éste es un tontorron que le basta con comer y ayudar a su amiga Carmela.

‘Ay, Carmela’ es una historia, podríamos decir anónima, de las muchas que sucedieron, en la guerra. Una historia de carácter cómico. Una comedia trágica que pone el colofón en la actuación teatral en bando fascista.  Una actuación en la que salen los sentimientos. La supervivencia de Paulino en contraste con la indignación de Carmela por los pobres desgraciados polacos de Brigadas Internacionales que entonaban el «Ay, Carmela» a golpe de porrazo en la cara. Un final trágico, cabrón. Como lo fue la guerra, dura y sangrienta. La cinta de Carlos Saura es una buena película que ha escarbado en las penurias anónimas de aquel entonces.

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