‘Field of dreams’. Empalagosa.

Costner, por lo visto, tuvo una adolescencia jodida. Eran los años 60 y al tío le dio por ponerse rebelde. Tanto que a los 16 años se marchó de casa, discutiendo a malas con su padre. Ahora, pasado el tiempo, la vida le ha tratado bien: está felizmente casado, tiene una hija y es propietario de una extensa y productiva granja. Lo malo es que no consigue perdonarse aquel resentimiento que le guardó a su padre, una espinita que jamás ha logrado quitarse, ni perdonarse. Una voz parecerá abrirle el camino de la reconciliación en forma de campo de béisbol, ese deporte del que tanto les gustaba hablar (y jugar) a su padre y a él mismo.

Pastelona historia que ahondaba en el tema de las relaciones conflictivas padres/hijos, pero desde una perspectiva excesivamente sensiblera. Gravitando en torno al mundo del béisbol, éste servía de excusa ideal para que una vocecita se clavara como un punzón en el coco de Kevin, moviendo éste, a partir de entonces, una serie de piezas (jugadores sancionados; escritor pacifista; médico de pueblo) que acabarán por completar este azucarado puzzle. Culmina con una emotiva escena final, con sirope a mansalva de por medio, que cierra el sueño de paz (interior) del pobre Costner. Lo dicho, a quien le guste el dulce, esta es su película.

Con todo, la pregunta del millón: ¿Cómo consiguió estar nominada a mejor película y guión en los Oscars del 89?

5.5/10

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