Dirección: John Landis
Guion: John Landis
Fotografía: Bob Paynter
Música: Elmer Bernstein, Creedance
Montaje: Malcolm Campbell
Reparto: David Naughton, Jenny Agutter, Griffin Dunne
Esto es un clásico de los años ochenta. Digo más, un clásico del género de terror. Dentro de las historias sobre hombres lobo, tan gustosas de ver, me parece que estamos, al menos en época reciente (1980-2014), ante la mejor película que se ha hecho, con permiso de la mítica The howling (1981).
El prólogo con el que John Landis abre su obra es, de muy largo, lo mejor de la película. Son unos 15 minutos brutales en los que la taberna, el camino, la niebla y la luna llena servirán de acompañantes ideales para vivir un mal rato. El acierto narrativo del cineasta, mezclando la tensión y el terror como pocos antes han sabido hacer en este tipo de relatos, consigue brindarnos una de las escenas más recordadas de la década.
Luego, la verdad, viene una historia ramplona a la que el tiempo ha castigado sobremanera. Los efectos técnicos ya no impresionan con la que nos ha llovido, en este apartado, en los últimos años. Eso sí, la metamorfosis está muy bien resuelta, sobre todo, gracias a la cara de susto de David Naughton. Los años no pasan en balde, aunque, con todo, la película de Landis se mantiene a flote gracias a una media hora final en el que el Tower Bridge, los verdes jardines y el tube londinense se convertirán, al abrigo dado por la luna llena, en el escenario idóneo para este festín de colmillos y garras.
An American werewolf in London, por tanto, es una cinta cargada de nostalgia. Tuvo su secuela parisina 17 años después, lo cual habla de que estamos ante una película que ha logrado perdurar en el tiempo. Lo dicho, un clásico del género de terror.
Votación | 3/5