Pocos son los que dudan a estas alturas de la siguiente afirmación: Richard Linklater es un genio. Es difícil dudarlo, sobre todo si uno a visto la mejor historia romántica de los últimos tiempos, desplegada a través de una fabulosa trilogía compuesto por Before sunrise (1995), Before sunset (2004) y Before midnight (2013). Por cierto, los nueve años que hay entre película y película… no son casualidad. Además, se está anunciando, rodeada de un tsunami de críticas positivas abrumador, el inminente estreno de Boyhood (2014), otra película que seguro no pasará desapercibida.
En fin, a Linklater no le gusta el gris. Lo pone de manifiesto a través de esta rareza llamada Waking life. No es una obra mayor, ni mucho menos. Es una película estridente, compleja y ataviada de innumerables conversaciones filosóficas, principalmente. Además, contiene otro alarde de rareza: la película está filmada de un modo animado, pero los actores son de carne y hueso. Todo destila virtuosismo, pero también un punto de locura creativa.
El caso es que Waking life te asesta un golpe y termina por despertarte bruscamente. Lo hace de un modo extravagante. Y por el camino, conviene decirlo, me aburro con alguna que otra conversación. Prolífica labia y encanto visual para una de las películas más extrañas de la pasada década.