‘Verano del 42’. El momento justo en el que la niñez se queda a un lado.

Hernie tendría unos dieciséis años cuando todo ocurrió. Recuerda la geografía de la isla. El ligero verano. Las jugarretas con sus amigos de entonces, Benji y Oscy. La playa. El cine de verano. Los «récords» con las niñas de su edad. El momento en el que descubrir un libro de sexo para adultos era un tesoro secreto. El sonrojo de comprar preservativos en la farmacia. La nochecita que se dio su colega con la rubita. Todos ellos recuerdos tan nostálgicos como encantadores. Pero lo que más recuerda el bueno de Hernie, es la figura de Dorothy. Una hermosa mujer que espera la vuelta de su amado, quien marchó al frente. Una mujer que cautiva, enamora y paraliza los cinco sentidos de Hernie.

En aquella isla, el muchacho recuerda que todo cambió. Perdió la inocencia y la niñez en ella. Todavía recuerda aquella noche en casa de la desconsolada Dorothy. Algo que jamás podrá olvidar. ‘Verano del 42’ es una historia simple, pero conmovedora. Supongo que para los que crecieron con ella, la recordarán con mayor nostalgia y alegría que yo. Nuestra generación es la de ‘American Pie’, ‘Road trip’ y demás barbaridades. Sana envidia de aquéllos que crecieron con historias tan simples y bonitas como la de este verano, el verano del 42.

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