‘The 6th day’. Schwarzenegger al cuadrado.

«¿Usted ordenó que me clonasen? Sí. Pues ha clonado al hombre equivocado«.

Acertada cinta en la que Roger Spottiswoode, antiguo director Bond, conseguía manejar a la perfección el ritmo del film, compaginando así la acción que acompaña a toda historia del polifacético Arnold Schwarzenegger con el distópico futuro derivado de los avances científicos.

El susodicho actor brinda aquí un espectáculo que rememora a sus mejores recitales, propios de los años ochenta. El espíritu familiar del personaje, de nombre Adam Gibson, queda distorsionado por obra y gracia de un par de científicos sabelotodo. «¡Vaya fastidio! ¡Tengo un clón que se acuesta con mi mujer en mi propia furgoneta!«. Como es lógico, Schwarzenegger estaba interesado en depurar responsabilidades ante tan doloroso suceso. Eso sí, no sean mal pensados. Antes de sacar su vena conservadora, vertebrada en torno al arte de romper cuellos y soltar mamporros a diestro y siniestro, el bueno de Arnold acudía, en esta ocasión, a las dependencias policiales con tal de presentar denuncia. Por desgracia para los malos, la ley hizo caso omiso a las plegarias del bravucón austríaco.

La notable factura técnica y el plantel de lujo con que cuenta ‘El sexto día’ quedan puestos al servicio de una conservadora historia con toques futuristas en la que, además, podemos degustar una ración doble del mítico actor. Sin duda, agradará a todos sus feligreses.

7/10

‘End of days’. Satán anda por NY.

«Entre mi Glock 9mm y su fe, elijo mi Glock«. 

Cinta oportunista que se aprovechaba de la inminente llegada del fin del milenio para hacer caja con aventuras apocalípticas. La rentabilidad de la inversión es prácticamente segura si uno tiene la deferencia de usar el incomparable marco que ofrece la ciudad de Nueva York y, sobre todo, poner en el cartel a un verdadero peso pesado como es Arnold Schwarzenegger.

La historia tan solo ofrece rutina y mediocridad. El tono infernal que impregna a la narrativa de Peter Hyams queda salpimentado por la acción requerida por el espectador. La cañonera verborrea del afamado culturista también salta a la palestra a poco que le abran espacio las disputas aquí ofrecidas entre satánicos, beatos malévolos y bienintencionados católicos. Todo ello servido al calor derivado del apetito sexual del mismísimo diablo, quien sueña con alcanzar un nuevo trofeo más para añadir a su historial casanovista: Robin Tunney.

En fin, las limitaciones de la propuesta son evidentes. Entretenimiento puramente comercial que tan solo agradará a los más devotos del gran Arnold. Con todo, no estamos ante su mejor versión.

5.5/10