‘Boardwalk empire’. Palabras mayores.

La socarrona traducción del título original, «El Imperio del Paseo Entablado», ya nos esencializa a esta magna serie a través de un concreto y específico lugar dentro del universo del hampa en los años 20: Atlantic City. Ciudad de playa y mar, diversión y casinos, lujos y vedettes, pero también, ciudad de mafioseo y contrabando, de corruptelas y narcisismo desatado. Es la época de la ley seca, auspiciada por el Partido Republicano para mejorar la salud y moral de la población. Qué bondadosa y caritativa alma tiene Nucky Thompson, el Tesorero de la ciudad, republicano de pro y ferviente dévoto del club de las abstemias. No dice, en cambio, ni a sus votantes ni a sus súbditos, que es él quien controla el mercadeo y contrabando del alcohol en la ciudad, tejiendo oscuras redes de intereses hasta las vecinas New Jersey y New York, o la lejana Chicago, donde comienza a labrarse un futuro el déspota y atrevido Al Capone.

El imperio diseñado por Terence Winter, con la mano al fondo de Martin Scorsese, me tiene alucinado. No es sólo la gran factura técnica que porta. Tampoco es que el reparto alcance un nivel de excelencia poco habitual gracias a la labor de gente como Steve Buscemi, Michael Pitt (impresionante), Kelly Macdonald, Aleksa Palladino o Michal Shannon. Simplemente, creo que es porque he encontrado un nuevo filón, una joya oculta (o no tanto) en la que congenian dos de mis grandes amores: el cine gangsteril y la HBO (cuánto le debemos a los trajeados y forrados ejecutivos de esta productora). Es un retrato severo de la mafia en aquellos años, pero también de la política, aunque a fin de cuentas viene a ser casi lo mismo. Si la democracia se articulaba para defender los intereses del individuo como fin, entonces Nucky Thompson ha calcado el modelo primigenio de John Locke, introduciendo una diminuta variante: en lugar de una democracia puesta al pie de los intereses generales, fundamentales y naturales de la sociedad, él la instrumentaliza al servicio de sus turbios negocios, números ensangrentados y la corrupción tiránica, alcanzando un poder desmedido que anhela ser un Mesías moderno que todo lo tiene y todo lo puede.

Además de ofrecer un gran protagonista como es Nucky Thompson, a imagen y semajanza, con aire retro, del Tony Soprano que el propio Terence Winter ayudó a  diseñar diez años atrás, se nos presente un importante elenco de secundarios que llenan de calidad el contenido y minutos de esta serie. Hablo de: la señorita Margaret Schroeder, representando de manera lacerante esa eterna lucha entre el bien y el mal; Jimmy Darmody, el gran secundario, un excepcional muchacho que se aleja de la bondad para caer en el pecado, en la maldad del poder codicioso y déspota, representando esa herencia temporal de la figura cesaropapista propia de los años 20 que bien podríamos denominar como la de político gangsteril; Lucky Luciano, Chalky White, Al Capone, Arnold Rothstein o Johnny Torrio, capos y matones por excelencia; Angela Darmody como la bella dama que, en la línea de Kay Adams en ‘El Padrino’ (1972), ve nacer al monstruo, al diablo terrenal, en la figura de su marido, sin poder escapar del mismo; Agente Nelson Van Alden, a ratos representando la cólera de Dios en la tierra, a ratos cayendo en el pecado, pero siempre moviéndose entre las aguas sagradas de la palabra de Dios, entra la salvación, la redención y la condena.

Al fin y al cabo, todos se mueven por un mismo patrón común, que no es otro que el de la lucha entre el bien y el mal, entre esa balanza titubeante que no sabe por qué lado decantarse, aunque tratándose de Atlantic City en los años 20, parece obvio quién vencerá la partida.

9.5/10